Todo un milagro ha sido la recuperación natural y en curso de los frailejones que se quemaron en enero del 2024, en un incendio de cuatro días en Tona, Santander, en el páramo de Berlín.
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Las imágenes que en su momento lograron un fuerte impacto porque se registró un valle de frailejones quemados y el panorama era desolador ahora se convierte en esperanza.
Ese cementerio que se veía oscuro, lleno de cenizas, quemado, incinerado y totalmente dañado ha vuelto a renacer. Ahora es un valle que está floreciendo poco a poco.
Como lo dijeron en su momento los expertos y campesinos de la zona, había que darle tiempo a que este ecosistema se recuperara progresiva y naturalmente.
Del análisis que realizaron expertos de la Universidad Industrial de Santander, UIS, en su momento, manifestaron que, al estudiar la planta incinerada y afectada se descubrió que la parte de afuera se quemó en su totalidad, pero el cogollo, que está al interior aún seguía con vida y captando agua, principal función que cumple este ejemplar propio de los páramos de Colombia.
Pues bien, exactamente, un mes después del voraz incendio que hizo llorar a los campesinos por ver un cementerio de frailejones ahora es sinónimo de vida, de resiliencia y esperanza.
Los frailejones han vuelto a renacer, y ahora ese valle oscuro no se ve tan gris, pues se registra cómo la especie está saliendo a flote y brotando agua de la misma. Este avance natural ha sido majestuoso y aplaudido como una victoria de la propia naturaleza.
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"Al abrir las hojas de los frailejones, se observó que el cogollo que permite su crecimiento permanece humedecido y protegido por las mismas hojas, al igual que su tallo”, comentaron los profesores de la UIS, Diego Suescún, del programa de Ingeniería Forestal de la sede Málaga, y Javier Pinzón Torres, de la subdirección académica del Instituto de Proyección Regional y Educación a Distancia (Ipred).
En el suelo hay unos rebrotes de unas especies de gramíneas propias de la zona, estos tallitos es importante que sigan su trascurso natural.
La explicación de los expertos a esta noticia es que, como están a alturas superiores a los 3.000 metros y con temperaturas muy bajas, esta planta genera un mecanismo de protección en la parte apical, que se trataría de una especie de armadura de hojas con las que protegen sus áreas vitales y sensibles.
“En las imágenes que nos han enviado se puede apreciar que en el suelo hay unos rebrotes de unas especies de gramíneas propias de la zona, estos tallitos es importante que sigan su trascurso natural. En caso de que la población civil o curiosos con buenas intenciones quiera verificar la recuperación del páramo, muy posiblemente van a pisar esta vegetación que está creciendo; es importante que no se visite la zona y se deje recuperar para que estas especies rastreras que están protegiendo el suelo tengan la posibilidad de desarrollarse tranquilamente”.
"Cuando tú ayudas a la naturaleza, la naturaleza te cuida, ella te devuelve. Para recuperar esto no hay forma, el daño está hecho, ahora es cuidar lo que queda, son muchos años, la naturaleza tiene un ciclo, rehabilitar el páramo es algo natural, toca salvar lo que queda”, dijo Fredy Barajas, una de las personas que ayudó a pagar el incendio en enero pasado.
Este voraz incendio consumió 400 hectáreas de bosque virgen, pero 40 de ellas fueron de solo frailejones.
“Hay frailejones de 100, 200, 300 años en esta área que son los que se encargan de hacer captura del agua para que luego se generen fuentes hídricas y finalmente se consuma”, explicó Juan Carlos Reyes, director de la autoridad ambiental, CDMB, cuando se conoció la tragedia de la incineración de la planta.
Luis Fernando Cáceres, director de Biótica Consultores, dice que el frailejón puede almacenar 100 o 200 litros de agua y liberarla de manera paulatina al suelo del páramo.
Aunque todavía haya conmoción entre las autoridades y la misma comunidad, se debe empezar a trabajar en la evaluación de los daños para saber cuánto tiempo tomará aliviar el terreno.
Melissa Múnera Zambrano
Corresponsal de EL TIEMPO - Bucaramanga.
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