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Ursula K. Le Guin: la poesía de la autora de 'El nombre del mundo es bosque'
Ursula K. Le Guin

Este retrato de Le Guin ilustra la portada de los poemas de En busca de mi elegía.

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cortesía Nórdica Libros

Ursula K. Le Guin: la poesía de la autora de 'El nombre del mundo es bosque'

Este retrato de Le Guin ilustra la portada de los poemas de En busca de mi elegía.

La maestra de la ciencia ficción fue creadora de clásicos como 'La mano izquierda de la oscuridad'.

Esta es la iglesia a la que acudo a
escuchar los himnos y plegarias
y ver la luz.


El 19 de noviembre del 2014, Ursula K. Le Guin se paró en frente de un auditorio, en un estrado que parecía enorme para ella, con el pelo totalmente blanco y un abrigo estampado de paisley, de esos comúnmente asociados al movimiento hippie y que tienen figuras que parecen lágrimas curvadas, y recibió la medalla de distinción por la contribución distinguida a las letras estadounidenses del National Book Foundation.

Su voz sonó poderosa; dijo que lo compartía con sus colegas, los escritores de fantasía y de ciencia ficción, “escritores de la imaginación”, que durante décadas habían visto recibir las hermosas recompensas a los llamados realistas. Dijo que en tiempos difíciles como estos, las voces de los escritores que pueden ver alternativas al cómo vivimos ahora –presos del miedo y tecnologías opresivas– son importantes para imaginar motivos de esperanza. “Necesitaremos escritores que recuerden la libertad, poetas, visionarios, realistas de una realidad más amplia”.

En el momento en el que Le Guin recibió el premio tenía 85 años y llevaba 55 años siendo eso: una escritora de mundos espejo, verosímiles y fantasiosos. Y era evidente que merecía más premios.

Lavinia, Ursula K. Le Guin (Minotauro, 351 págs.)

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archivo particular

La ficción –o mejor: la ciencia ficción– fue su espacio. En ese marco escribió 23 novelas, 12 volúmenes de cuentos, 11 libros de poesía, 13 libros para niños y 5 colecciones de ensayos que, en su mayoría, se enmarcaron editorialmente en la categoría de ficción especulativa, un grupo de géneros que se conoce por usar elementos imposibles en el mundo real de formas radicales. Sin embargo, la literatura de Le Guin guarda en sus entrañas las más complejas realidades: la naturaleza, la política, el relato construido en común, el respeto por quien decide vivir distinto, el feminismo, la idea de la transformación a partir del lenguaje. Terramar y la Federación Ekumen, sus universos de ficción más relevantes, tienen el germen de las más crudas existencias sobre la Tierra.

Cuatro años antes de ser reconocida por la National Book Foundation, Le Guin inició un blog inspirada en otro blog: Outros Cadernos del premio Nobel portugués José Saramago. Tenía 81 años. En este espacio está recopilada su historia personal y literaria y deja entrar en gran medida a sus procesos de escritura. Allí consignó que amó tanto escribir como vivir, y que su gesto en ese afecto, en ese amor, era escribir, revisar y, solo si era posible, publicar. Porque publicar era un acto que tachaba de prescindible. Para ella lo único vital era la escritura: “Escribir es mi oficio. Lo honro profundamente. Tener un oficio, ser capaz de trabajar en él, es ser honrado por él”. Este blog, que lleva su nombre y aún funciona a pesar de su muerte, tiene textos e imágenes que operan como un contenedor de su voz, de su quehacer prolífico y de las formas en las que había escogido vivir.

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La escritura fue para ella un espacio múltiple; sus libros no constituyen una obra acotada, más bien careció de barreras y exploró como quiso los temas que le fueron interesando. Los desposeídos, por ejemplo, habla de anarquía e idealismo político; El nombre del mundo es Bosque se centra en la ecología y el poder destructor de los hombres; Lavinia es sobre el amor y el concepto de paz; El mundo de Rocannon retrata un universo fantasioso y un viaje trascendental; y en Cuatro caminos hacia el perdón crea un sistema complejo donde la esclavitud está muy presente.

Sin embargo, tal vez la forma más precisa de conocer el lenguaje y los hilos que conmovieron a esta inmensa escritora es a través de su poesía. La primera vez que Le Guin escribió un poema fue en 1959 y lo tituló Folk Song from the Montayna Province, desde entonces siguió recurriendo a la poesía con constancia.

El nombre del mundo es Bosque (Minotauro, 158 págs.)

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archivo particular

Este año, la editorial Nórdica publicó En busca de mi elegía, una recopilación de 70 poemas seleccionados de libros pasados y 77 nunca antes publicados en español, que van sobre filosofía, maternidad, naturaleza, geografía, política, guerra, muerte, sobre ser anciana y sobre dios. La recopilación de los poemas está hecha cronológicamente, lo que permite ver los distintos intereses de la escritora por época y vincularlos a la producción del resto de su obra. Hay diversidad, pero en ellos confluye un carácter que atraviesa todo lo escrito por Le Guin: hay un equilibrio entre la materia, la tierra y lo real con lo trascendente, metafísico e imaginativo.

En ese sentido, la naturaleza aparece vinculada a las emociones, la casa es un ente suave, los dragones pueden llevar alientos fríos, dios es un ser que se mueve lentamente, que viaja como una oruga midiendo los plazos eternos y mirando, de tanto en tanto, hacia atrás. “Quiero la sabiduría que desconoce las guerras / y la llave suave que abre todas las cerraduras. / Quiero el tacto de las pieles, la inclinación del sol / en lo hondo de la ranura de un ojo cambiante y dorado”, escribió en el poema titulado Futurología.

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En busca de mi elegía no es un libro de poesía para lectores de este género consagrados a la búsqueda de formatos novedosos y quiebres sorprendentes en cada verso.

Es una poesía cotidiana que se lee como ejercicios de escritura y como una búsqueda de coincidencias en la propia voz. El lenguaje no es laborioso y las imágenes son contenidas, simples; pero al leer el libro en su totalidad se forma en la mente del lector una trama de curiosidades y una figura consistente de alguien que se pregunta por el afuera como una extensión de sí misma y que entiende la vida como algo cambiante y maravilloso que, por fortuna, es más grande que ella. Para Le Guin “toda tierra es la tierra santa”.

Este retrato de Le Guin ilustra la portada de los poemas de En busca de mi elegía.

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cortesía Nórdica Libros

Esa visión del mundo de Le Guin puede tener un origen en su propia familia: su padre y su madre también fueron intelectuales comprometidos con un mundo mejor. ‘Ishi’ significa ‘hombre’ en el idioma yahi, de una tribu nativa de California (Estados Unidos). Y ese fue el nombre que tuvo que llevar el último miembro de esa tribu –el último que quedó luego de un genocidio– y ese fue el título del libro que Theodora Kroeber, madre de Le Guin, escribió con los apuntes que el antropólogo Alfred L. Kroeber, el padre de Le Guin, le dedicó a Ishi. Y ese es tan solo un ejemplo del tipo de entorno en el que creció esta escritora norteamericana: una familia con bibliotecas generosas y dos hermanos que la seguían en la fijación por los libros de fantasía como Thrilling Wonder Stories y Astounding Science Fiction. De pequeña ya estaba interesada por la poesía y la biología, pero terminó decantándose por estudiar literatura francesa e italiana del Renacimiento por su manejo precario de las matemáticas. Cursó posgrados en temas relacionados con literatura europea y en 1953, en Francia, se casó con el historiador Charles Le Guin. Trabajó como secretaria y profesora de francés y se dedicó al cuidado de sus hijos. En los tiempos libres, cuando podía, escribía.

Toda la literatura que escribió estuvo atravesada por una alta capacidad de observación de los sucesos políticos y sociales más trascendentes de su época. La mano izquierda de la oscuridad, una de sus novelas más famosas, publicada en 1969, acontece en un planeta distinto a la Tierra donde sus pobladores podían cambiar su sexualidad cada tanto. Planteó la posibilidad de tildar al género como innecesario, usó pronombres femeninos en personajes que comúnmente no recibirían ese trato y retó el sistema moral y económico que creó el capitalismo. El género, la sexualidad y los derechos de las mujeres y las minorías fueron comunes en sus universos y se expandieron y transformaron en consonancia con su propio crecimiento intelectual, emocional y social.

Este carácter político no se ausenta en su poesía. En algunos versos abre portales de observación a conflictos bélicos y de poder. “En los periódicos no hay más que guerra y / en mi cabeza el dolor de las batallas / y las ruinas de ciudades antiguas”, escribió en el poema Aquí, allí, en el pantano. Se consideró toda su vida pacifista, criticó la ocupación en tierras ajenas y comprendió rápidamente que era la narrativa conjunta y diversa la que debería imperar en contraposición al relato triunfal y único del sistema que le tocó vivir, que aún comanda.

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En el poema Invocación, Le Guin escribe: “Y siempre necesité la cháchara, / el parloteo / amable, y el ir y venir / de voces, voces humanas, / el cielo del que eres la luna, / el suelo del que eres la flor”.

Su poesía, las palabras que escogió para desenmarañar su mente y sus sensaciones, es así; una conversación con otros no siempre humanos, un mirar cómo se crece y cómo se acude a las ideas y se abandonan por igual. En busca de mi elegía es un libro de poemas que opera como síntesis y manual de instrucciones para adentrarse en el oficio de esta maravillosa creadora de mundos posibles.

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