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'El amor y las relaciones siempre han sido un negocio': Whitney Wolfe, CEO de Bumble
Whitney Wolfe

Fue la cofundadora de Tinder y es la CEO de Bumble, las apps de citas más importantes del mundo.

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Kristen Kilpatrick

'El amor y las relaciones siempre han sido un negocio': Whitney Wolfe, CEO de Bumble

Fue la cofundadora de Tinder y es la CEO de Bumble, las apps de citas más importantes del mundo.

Habla la talentosa empresaria que cambió la manera de relacionarse: la fundadora de Bumble y Tinder.

Whitney Wolfe Herd, de tan solo 34 años, fue la cofundadora de Tinder y es la CEO y fundadora de Bumble, dos de las aplicaciones de citas más importantes en el planeta. Fue la emprendedora más joven en lanzar una empresa al mercado de valores en Estados Unidos. Fue víctima de acoso y misoginia. Forbes la catalogó como una de las 30 personas, menores de 30 años, más destacadas en el 2017, y Time la incluyó entre las 100 personas más influyentes en el 2018. Su fortuna pasa los 1.000 millones de dólares. Es básicamente la empresaria que cambió para siempre la manera en que los seres humanos se relacionan. La reina de las citas habla en exclusiva por primera vez para un medio de comunicación de Colombia.

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La cofundadora de Tinder y la CEO y fundadora de Bumble, Whitney Wolfe, es la portada de la Revista BOCAS.

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Lo primero que hace Whitney Wolfe Herd al llegar a ‘la colmena’ —como se le conoce a la primera oficina de Bumble en Austin, Texas— es revisar un par de cartas que las personas le han escrito. “Esta es una pareja que se casó porque se conoció a través de la aplicación, y esta otra es de una mujer que logró hacer negocios con otras mujeres”, cuenta. Y señala uno de los cuadros con un mensaje: “Sé el CEO con el que tus padres siempre quisieron que te casaras (luego busca a alguien que realmente te guste)”.

Ella es la CEO y fundadora de Bumble, una de las aplicaciones de citas más populares del mundo, y fue cofundadora de Tinder, otra de las plataformas digitales más importantes de este sector. Su fortuna promedio ronda los 510 millones de dólares, según Forbes, aunque en los últimos años logró superar la barrera de los 1.000 millones de dólares y está incluida en la lista de las 50 mujeres no herederas más ricas de Estados Unidos.

Tan solo tiene 34 años, mide un poco más de 1,65 metros y viste una chaqueta café clara, un vestido corto negro y botas café tejanas con punta. Tiene un collar dorado con un corazón y un dije en forma de timón con una hache en la mitad, la inicial de su segundo hijo, Henry, de 16 meses. Su primer hijo, Bobby, tiene tres años. Con él apareció el 11 de febrero del 2021, cuando en vivo y en directo lanzó su empresa al mercado de valores y empezó a cotizar en Nasdaq. Ese hecho la convirtió en la directora más joven en hacer pública una compañía estadounidense y, en cuestión de días, en multimillonaria. Todo un hito en los negocios de ese país.

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Fue la emprendedora más joven en lanzar una empresa al mercado de valores en Estados Unidos.

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Nació en 1989 en Salt Lake City, la capital de Utah, en una familia religiosa, de madre católica y padre judío, y en una sociedad de mayoría mormona. Creció en un contexto de tradiciones machistas, “un mundo donde se miraba diferente a las mujeres”, dice. Tiene una hermana menor, con quien iba a esquiar y a acampar en su infancia. Su esposo es Michael Herd, un empresario de petróleo. Llevan seis años casados y una década de haberse conocido en un viaje de esquí en Colorado.

Desde que era adolescente le gustó emprender. Para esa época, tuvo una relación amorosa tormentosa, razón por la que sus amigos y familia la persuadieron para que dejara su ciudad. Terminó en Dallas, Texas, en la Universidad Metodista del Sur, donde cursó Estudios Internacionales. Como varios estudiantes de su país, perteneció a la sororidad (grupo de solidaridad entre mujeres) Kappa Kappa Gamma, y fue una de sus líderes.

Se graduó en el 2011 e hizo un voluntariado en Asia que le marcó la vida y le ratificó su intención de entrar a los mercados digitales. Al regreso logró un trabajo en Los Ángeles en Hatch Labs, una incubadora de tecnología. Allí se involucró con una aplicación llamada Cardify, que usaba la herramienta de deslizar de un lado a otro para que los clientes usaran tarjetas de fidelidad de establecimientos. Tiempo después, junto con otros colegas de esa empresa, adaptó esa funcionalidad para una nueva aplicación de citas: Tinder. Whitney se convirtió en cofundadora con especial atención en la estrategia de mercadeo.

Sostuvo una relación amorosa con Justin Mateen, uno de los fundadores de la aplicación, pero todo cambió con el tiempo y terminaron.

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Forbes la catalogó como una de las 30 personas, menores de 30 años, más destacadas en el 2017.

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El ambiente al interior de la empresa se desdibujó en desventaja para ella. En el 2014 salió de la nueva y exitosa compañía en medio de un lío jurídico que ella emprendió contra Tinder y Mateen, por abuso y discriminación sexual. “Es una historia que se ha contado más de mil veces”, puntualiza. La empresa negó las actuaciones y Mateen fue suspendido. Después, renunció. Años después llegaron a un acuerdo multimillonario.

Para ese tiempo, Wolfe Herd fue víctima de acoso en plataformas digitales. A diario recibía comentarios de todo tipo. “Fue un momento de mucha frustración”, asegura. Tenía 24 años. Entonces decidió crear una aplicación donde las mujeres se pudieran dar elogios entre ellas. Tras conversaciones con varios de sus contactos, el emprendedor ruso Andrey Andreev, fundador de Badoo —una red social—, a quien conoció en una cena en el 2013, accedió a poner el capital inicial, pero le dijo que deberían hacer otra aplicación de citas. A finales de ese año, se consolidó Bumble, una aplicación de citas en línea donde las mujeres tienen el control de iniciar la conversación.

La relación laboral concluyó en el 2019, cuando Andreev vendió su participación de la empresa. Semanas antes, una investigación de prensa había revelado señalamientos de misoginia contra él. Algo paradójico con lo que había vivido Wolfe Herd.

En febrero del 2021, la empresa salió a la bolsa de Nueva York y tuvo un arranque exitoso: el primer día sus acciones pasaron de 43 dólares a 76 dólares. Los siguientes días alcanzaron un pico de 82 dólares. El patrimonio de la joven se disparó. La prensa la catalogó como la mujer que rompió el techo de cristal.

¿Cómo fue aquel 12 de febrero del 2021, el día en el que, con transmisión en vivo, usted firmó la salida de Bumble a la bolsa de Nueva York?

Fue surreal. Imagina todas las calles de aquí, en un suburbio de Austin, cerradas por agentes de Policía. Nasdaq hizo lo suyo para montar todo. El equipo de producción puso todo amarillo y blanco. Estaban conectados en videollamada varios miembros de la empresa por el covid y los que estaban acá presentes tenían tapabocas; y mi hijo Bobby estaba conmigo, lo cual fue genial. Diría que fue algo salvaje. Fue el resultado de algo que había esperado.

¿A qué se refiere?

Creo mucho en la manifestación. Y al final de ese día, que parecía tan loco y salvaje, entendí que lo había visto. Claro, se dio de otra forma, en la oficina en Austin en medio de la pandemia, pero sucedió. Después de unas horas, subí a mi oficina y se me salieron las lágrimas, quizás por la adrenalina del momento, pero también me acuerdo de que pensé: cuando ves algo que deseas antes que suceda, sucede. Así pasó con mi primera portada de Forbes.

Forbes la catalogó como una de las 30 personas menores de 30 años más destacadas en el 2017 y la revista Time la incluyó entre las 100 personas más influyentes en el 2018. ¿En qué capítulo de su vida está ahora?

Si la vida fuera un libro de 25 capítulos, yo estaría en el sexto o séptimo. Y creo que Bumble está en el cuarto o quinto. Cuando estuve en este lugar por primera vez tenía 26 años, no había nada en las paredes, todo estaba en blanco y vacío; era solo el techo, teníamos 30 empleados. Yo era una bebé. Hoy todo es diferente. Paredes llenas, flujo de gente constante, llevo seis años casada, tengo dos hijos. Es fascinante ver la trayectoria, pero al mismo tiempo pienso que todavía falta mucho por resolver con respecto a los mismos problemas que siempre me han preocupado: el mundo sigue odiando a las mujeres y el amor sigue siendo bastante tóxico. Aún queda un largo camino por recorrer.

Hablemos de sus primeros capítulos, ¿cuál fue el primer problema que quiso resolver como emprendedora?

Tuve mi primera empresa cuando tenía 19 años. Estaba bastante molesta por las aves que quedaron cubiertas de petróleo después del derrame en el golfo de México (abril del 2010). Entonces comencé algo que se llamaba Help Us Project (Proyecto ayúdanos, en español) y quería recaudar dinero vendiendo productos para ayudar a los animales. Esa fue la primera intención de hacer algo diferente y buscar una solución. Vendí bolsas de tela. Celebridades como Nicole Richie, Denise Richards y Rachel Zoe las usaron. Gané unos 200 dólares, pero era algo que la mayoría de jóvenes no hacían.

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Por esa línea de ayuda después nació Tender Heart…

Era una línea de ropa que lanzamos con un socio en esa época para crear conciencia sobre la trata de personas. La primera producción era ropa teñida hecha en Nepal.

Desde joven ha hecho crowdfunding, ¿cuál es la mejor manera de recaudar dinero?

Hay algo clave y es no recaudar dinero hasta que haya algo sustancial. Hay que demostrar primero que algo funciona y eso se logra con pruebas y tiempo. Se debería recaudar dinero cuando se sabe que va a funcionar. Si es solo una investigación o algo previo al lanzamiento de un producto, entonces hay que buscar algo que demuestre que es un proyecto sólido. Un prototipo puede ser el resultado de querer resolver un problema real y la creatividad.

Usted vivió un tiempo en Asia. ¿Qué estaba haciendo?

Eso pasó cuando me gradué. Quería ver el mundo. Pasé un tiempo haciendo trabajo voluntario en orfanatos. Y nunca olvidaré que en Camboya estuve en una ciudad llamada Battambang. Está en el límite del ‘Triángulo Dorado’ del sudeste asiático y tenía una enorme crisis de opioides. Esa zona se llama así porque es donde se produce la amapola para el opio. Hay un serio problema de adicción. Cuando entré a la vida diaria de ellos me di cuenta de un problema que puede no serlo para muchos: los niños dejan de ir a las escuelas porque no tienen uniforme y no los dejan entrar. Los uniformes cuestan unos 10 dólares, algo más de lo que muchos de sus padres ganan en un mes. Los acompañé y entonces pensé en cómo ayudar. A través de actualizaciones de Facebook envié videos y logré que amigos enviaran dinero. Y eso me hizo entender el poder de la tecnología porque es la única que puede cambiar cualquier cosa.

¿Cuál fue entonces esa primera idea de empresa tecnológica?

Me nombraron cofundadora y vicepresidenta de mercadeo de Tinder. Me emocionaba la idea de que podríamos ser el próximo Instagram de la época.

Me acuerdo de que le envié un correo electrónico a mi papá, una propuesta desde Camboya y le dije: “Cuando regrese a casa, quiero iniciar una empresa que conecte a lugareños con los viajeros porque estoy cansada de conectarme a Internet y solo encontrar versiones de Hard Rock Café. Es como las recomendaciones de TripAdvisor: uno va a un lugar y encuentra hamburguesas. Y no, ¿dónde está la comida fresca de Laos, Camboya y Vietnam? Quiero comerla como los locales”. Le envié una foto y le dije que quería iniciar una aplicación donde uno pudiera abrir el teléfono, conocer un residente local y vivir como él. Pero eso quedó en una idea.

¿Es verdad que perteneció a una sororidad en la universidad?

Voy a contar algo curioso sobre Kappa Kappa Gamma, como se llama la sororidad. Cuando me gradué, me dijeron que no podía ser alumni y que debía pagar todos los tiquetes de parqueo porque no asistía a las reuniones. Yo los pagué, por supuesto. Después que creció Bumble, me dijeron que si quería ser alumni honoraria y salir en la revista de ellos. En mayo de hace dos años regresé a la universidad y di un discurso a la clase del 2021.

Después de Asia logró entrar a una incubadora tecnológica. ¿Cómo fueron esos días?

Cuando me gradué, todos mis amigos iban a trabajos geniales en Nueva York y Washington. Yo quería algo con tecnología y entré a Hatch Labs, que es una incubadora de plataformas. ¡Qué días! Yo era muy joven y aprendí mucho. Sean Rad lideró un proyecto llamado Cardify, una startup que después fue abandonada. Después nació Tinder.

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Time la incluyó entre las 100 personas más influyentes en el 2018.

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¿Cómo siendo tan joven logró entrar al equipo de desarrollo de Tinder?

Fueron dos años intensos. Diría que mis habilidades en mercadeo me ayudaron. De hecho, me nombraron cofundadora y vicepresidente de mercadeo de Tinder. Me emocionaba la idea de que podríamos ser el próximo Instagram de la época.

Usted ha contado en varias oportunidades sus denuncias sobre acoso y se sabe en medios sobre el lío jurídico que tuvo, ¿cuál fue el mayor aprendizaje de ese capítulo?

Cuando entré, tenía 22 años, ¡por el amor de Dios!, y salí con 24 años, pero en mi mente creía que tenía 45. Fue tanto ese volumen de intensidad en dos años. Entendí con el tiempo que éramos jóvenes haciendo cosas locas. Creo que el mayor mensaje es tener cuidado con la forma en la que se actúa porque el mundo es un lugar pequeño. Y esto lo dije en el discurso de graduación: “No hay que olvidar a las personas en el camino y hay que procurar tratar bien a las personas de forma orgánica”. El mundo es diminuto y el karma vuelve.

Y después nació Bumble, al cabo de unos meses en ese convulsionado 2014…

El 2014 fue una especie de tormenta perfecta, mi mundo cambió de la noche a la mañana. Fue un cambio rápido. Siempre me pregunto eso, pero también entiendo que he tenido el instinto de resolver problemas y en ese momento necesitaba hacerlo. Fue mi decisión seguir creando y buscando soluciones.

¿Cómo pasó de ser víctima de ciberacoso a fundar una nueva aplicación?

Fue algo complejo. Recibía comentarios de todo tipo en redes sociales. Me dio algo de paranoia y hasta tuve ataques de pánico. Los comentarios eran terribles. Por ese tiempo también recibí mensajes de mujeres que me decían que en las aplicaciones de citas encontraban muchas dificultades. Era terrible. Hasta culpable me sentí. No se sentían seguras. Y eso fue lo que me motivó a dar el primer paso hacia Bumble.

Esa frase, dar el primer paso, como está enmarcada en esta oficina, es el mantra de la aplicación, ¿por qué?

Bumble nace porque había una necesidad: las mujeres debemos estar seguras en medio de la libertad del mundo y de los ecosistemas libres que dan las aplicaciones de citas. Fue algo que dijimos incluso antes del movimiento de Me Too. Es como el baile de Sadie Hawkins que se hace en las escuelas, pero esta vez la mujer da el primer paso. Yo planteé al comienzo una especie de red social tipo Facebook donde las mujeres pudiéramos expresarnos de forma tranquila, pero Andreev me dijo que por qué no seguía por la línea de las aplicaciones.

Algunos han asegurado que Bumble es una revancha por lo que pasó con Tinder, ¿usted cómo lo ve?

Es otra de tantas críticas que al comienzo intentaron hacer. A mí me subestimaron por ser joven y ser mujer. Intentaron decir que era una revancha, mientras yo pensaba que debía solucionar un producto que les falló a las mujeres. Estaba en una posición única para solucionarlo. El objetivo era mejorar la calidad de las relaciones y conexiones. Las relaciones abusivas y tóxicas de las que yo también he sido víctima han dominado varias sociedades e impactan de forma muy grave los desarrollos sociales. Si nosotros comenzamos a cambiar las formas en las que se construyen las relaciones, se transformarían nuestras sociedades.

Usted promocionó Bumble incluso desde antes de que estuviera al aire, ¿cuál fue la primera estrategia?

Contratamos a Caroline Roche, con quien estuve en la universidad. Con ella nos íbamos a los campus de varias universidades en Texas y les dábamos gratis ropa interior amarilla a varias fraternidades y sororidades. El mensaje era único y lo repetíamos: a los hombres les decíamos que en las otras sororidades los estaban buscando a través de la aplicación y de la misma forma con las mujeres. La voz se fue expandiendo y la aplicación creció.

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Su fortuna pasa los 1.000 millones de dólares.

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¿Dónde era la sede?

No había sede [risas]. Estábamos en un cuarto de la casa de los papás de Caroline. Todos los fines de semana íbamos con pizzas y etiquetas de Bumble a las fraternidades. Después pudimos movernos a un apartamento de dos habitaciones. El baño estaba lleno de productos de Bumble.

Al ver cómo está usted y Bumble hoy, ¿es todo lo que había pensado?

Bumble nace porque había una necesidad: las mujeres debemos estar seguras en medio de la libertad del mundo y de los ecosistemas libres que dan las aplicaciones de citas.

Te hablé de la manifestación. Nunca olvido cuando tenía 20 años y tomé una revista de un aeropuerto. Estaba con mi papá y le dije: “Algún día estaré en la portada”. Después salí en Forbes, Time y otras tantas. Lo mencioné tantas veces en mi cabeza y fue poderoso. No digo que sea lo único que hay que hacer porque detrás de todo esto hay un arduo trabajo. Diría que Bumble salvó mi vida.

¿Por qué?

Lo digo de forma literal: si Bumble no hubiera existido, hubiera terminado creando un alter ego. No bromeo. Se volvió como mi balón llamado Wilson en esa película de Tom Hanks, mientras yo estaba varada en un mar de señalamientos. Fue esa empresa terapeuta a la que le dediqué bastante y de la que me siento orgullosa.

¿Es verdad que se despierta cada dos horas para revisar el correo?

Lo hacía, ya no. Ya no soy tan adicta al trabajo como antes. Mis hijos me han ayudado a ser mejor. Es un nuevo rol de mucha atención. Entendí que necesito ser una mamá saludable para mis hijos. Este mundo moderno nos ha hecho pensar que todo es urgente, pero no es del todo cierto, es cuestión de organizarse.

¿Cómo se organiza ahora siendo mamá?

Desde que empecé a entender que cada minuto importa, me enfoco completamente en cada actividad del día. Solía revisar mi celular todo el tiempo. Ahora por lo menos no enciendo el teléfono hasta las 8 de la mañana ni de 5:30 a 6 de la tarde o 30 minutos en dos horas, porque es tiempo dedicado de forma exclusiva para mis hijos.

El 2019 fue otro año convulsionado para usted, ¿cómo lo recuerda?

Ese año se consolidó Bumble y Badoo en una nueva sombrilla llamada Magic Lab. Para noviembre, Blackstone adquirió la participación mayoritaria. Pero también pasó algo importante: en mayo fue aprobado un proyecto de ley (2789) de la Cámara de Representantes en el Senado de Texas que penaliza el envío de fotografías obscenas sin el consentimiento del destinatario. En otras palabras, un delito.

Semanas antes usted había hablado ante el Parlamento de Texas y recientemente lo ha hecho en otros estados. En sus discursos ha insistido en que “poner en peligro el bienestar mental no puede ser el costo de conectarse a la tecnología moderna”, ¿por qué?

Internet es tan poderoso que puede cambiar cualquier comportamiento y es determinante en las sociedades. El hecho de conectarse a plataformas digitales que teóricamente deberían facilitar la vida no puede generar el efecto contrario. Los pequeños cambios en aplicaciones ayudan.

En su vida se ha enfrentado a varias crisis en varios momentos, ¿cómo lidia con la ansiedad?

El mundo sigue odiando a las mujeres y el amor sigue siendo tóxico, aún queda camino por recorrer.

Medito y tengo una fórmula. Hay que hacer zoom out en la vida. Si estás estresado por algo, incluso algo tan importante como el mercado de valores, por ejemplo, ¿crees que si ves lo que está pasando en comparación con la magnitud del océano o de las estrellas va a seguir teniendo la misma intensidad? Toma el celular y aleja el mapa lo máximo que puedas. Vas a ver el planeta entero. Entre más disminuyes el zoom o alejas el mapa, todo se vuelve pequeño. Es una forma para relajarse ante situaciones realmente complejas.

Dice que medita, ¿hace yoga o escucha a alguien en específico?

Mi persona favorita para meditar es Joe Dispenza. Cuando la gente pregunta quién es mi celebridad, les digo que es él. La primera vez que lo oí fue a través de mis audífonos. Hace poco estuvo en mi casa durante cuatro horas, pero parecieron diez minutos.

EL TIEMPO estuvo en una conferencia en la oficina de dicha plataforma en Austin, Texas.

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EL TIEMPO

Joe Dispenza y el poder de controlar nuestra mente. ¿Algo que le quedó de esa conversación?

Creo que necesito un pódcast que se llame ‘Tengo preguntas’. Porque cada vez que conozco a alguien tengo cientos de preguntas. Creo que lo más poderoso fue que cuando hay algo que no encaja o no nos gusta en nuestra vida, simplemente hay que visualizarlo de forma diferente y sucederá.

Leí que usted tiene algo del síndrome del impostor, ¿es así de exigente?

Me pasó con Nasdaq y en otros momentos. Cada vez que pasaba algo importante, mi celebración duraba poco tiempo porque ya estaba pensando en dar el siguiente paso.

¿Cree que el amor es un negocio?

El amor y las relaciones siempre han sido un negocio. La diferencia es que antes era un negocio exclusivo de los hombres.

Esta entrevista fue realizada por David Alejandro López Bermúdez, periodista de EL TIEMPO. En redes: @lopez03david.
Fotos de Ramona Rosales, Kristen Kilpatrick, Brian Ach.
Edición #133 Octubre - Noviembre 2023

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