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‘Fortuna’: ¿cómo viven los multimillonarios? Este libro tiene la respuesta
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‘Fortuna’: ¿cómo viven los multimillonarios? Este libro tiene la respuesta

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La novela de Hernán Díaz, Pulitzer de ficción, tiene ecos de Succession y El gran Gatsby.

Andrew Bevel —el multimillonario protagonista de la novela Fortuna, de Hernán Díaz— pudo comprarlo casi todo. Pudo comprar Gobiernos, pudo comprar todo lo que tuviera un precio y, sin embargo, no pudo comprar cómo contar su historia. Porque más allá de ser una novela sobre el dinero o sobre el capitalismo, Fortuna es una historia sobre la memoria, el patriarcado, la inmigración y la eterna pregunta de ¿por qué seguimos escribiendo libros?

Fortuna también es un viaje a las entrañas de los Estados Unidos de América. Viaje que ya comenzó Hernán Díaz en su primera novela, A lo lejos, publicada en español en el 2020 por la editorial Impedimenta, en donde contó la historia de la fiebre del oro en California durante el siglo XIX y el nacimiento de esa idea del viejo Oeste como un nuevo lugar para encontrar riqueza.

En esta segunda novela —que le valió ganar el prestigioso premio Pulitzer de ficción de este año y que será convertida en serie por HBO—, el autor de origen argentino vuelve a indagar por los orígenes y los pilares del sueño americano, pero en 1920. Aquí el viaje ya no es a lomo de caballo, como en los viejos wésterns de vaqueros, sino en lujosos coches hacia las oficinas de Wall Street. En este libro se acerca, como pocas veces se ha hecho, a esa mística que envuelve al dinero, a ese lado ficcional que va más allá del poder adquisitivo y que tiene que ver más con el poder social atado a la acumulación de dinero.

Por esta razón, los personajes de Fortuna no son iguales al excéntrico millonario de El gran Gatsby o al personaje de El lobo de Wall Street. Tampoco se parecen a los salvajes y despiadados miembros de la familia que protagoniza la serie Succession ni son una caricatura como el señor Burns de Los Simpson. Aquí, más que la típica biografía del personaje exitoso, del villano que acumuló toda la riqueza del mundo y se robó el sol, o del self-made man, encontramos a unos personajes que tratan de resistir a esa realidad que configura el dinero y que al mismo tiempo luchan por escapar de su mística.

Fortuna no es una novela convencional. Es un libro que transforma al lector en un detective que tiene en sus manos unos documentos con los cuales reconstruirá la historia del hombre más rico de los Estados Unidos y parte de la historia de Wall Street. De ahí que esta no sea solo una novela, sino más bien cuatro novelas en un solo libro. Es un juego de voces que va creciendo a medida que la historia se desvela.

(Puede leer: ¿Quiénes son los mostruos de la ciencia? Oppenheimer, Thanos y la bomba atómica)

Fortuna, novela de Hernán Díaz. Editorial Anagrama, 440 páginas.

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Anagrama

Para construir este rompecabezas literario, Hernán Díaz pasó varios meses en los archivos de la Biblioteca Pública de Nueva York, viajó a Milán en busca de panfletos anarquistas y escarbó en fundaciones de multimillonarios donde encontró testimonios de lo que fue la vida de esos desenfrenados años de 1920. Una época que para él tiene un significado especial, como le dijo al periódico francés Libération: “¿Y por qué los años 20? Porque representaron un momento icónico, un periodo fetichizado, como la fiebre del oro en el siglo XIX. Es la ‘era del jazz’, una expresión que detesto. Bajo esta superficie de glamur, fiestas y excesos, se adoptaban brutales políticas conservadoras en todos los frentes”. Es en ese entonces cuando toda la mitología moderna de los EE. UU., de Wall Street y la posterior era de Trump se consolidarán.

Es también la época donde los ecos de Henry James todavía se escuchaban con fuerza y esa literatura “realista” norteamericana empezaría a afianzarse. Este eco se recoge en el primer libro de Fortuna, cuyo título es Obligaciones, escrito por Harold Vanner. Pensada como un homenaje a Henry James y a las novelas decimonónicas, en esta primera parte un escritor cuenta la vida de los Rask, una familia de inmigrantes que hizo su riqueza a partir de la venta de tabaco, para luego dedicarse al mundo de las finanzas y las transacciones de acciones en la bolsa de Nueva York. Sin embargo, la gran tragedia de esa historia es la vida de Helene Brevoort, esposa del magnate Rask. Es su vida y su desenlace lo que configurará el verdadero sentido del dinero y al mismo tiempo será esta historia de Helen la que servirá como base para la idea que desarrolla Díaz a lo largo del libro; cómo sistemáticamente las mujeres también han sido borradas de esta historia sobre la riqueza.

A la novela de Vanner le sigue una alterada respuesta de un tal Andrew Bevel, millonario neoyorquino que se vio en la obligación de responder a las habladurías que generó esta obra de ficción. Bevel, como irá descubriendo el lector, era la inspiración para la obra de Venner. Este no soportó que alguien se atreviera a contar su historia y como no tenía el don de la escritura, el multimillonario decidió contratar a un ghost writer para que este escribiera su ‘verdad’. Y esta es la segunda novela que encuentra el lector: Mi vida, de Andrew Bevel. Unas memorias acartonadas y autoindulgentes que le ayudarán a entender a este hombre que tuvo solo dos amores en su vida: su esposa Mildred y el dinero.

(Además: El peligro inminente de una plaga de ratas en Nueva  York).

Si Fortuna se hubiese terminado aquí, no habría pasado de ser una simple novela de egos y poder. Habría sido un testimonio más de cómo las luchas por el dinero tienen muchas veces más que ver con la codicia y la envidia. La magia de Díaz es que cuando el lector ya cree conocer toda la historia da otra vuelta de tuerca. Ahí es el momento en que aparece Recuerdos de unas memorias, por Ida Partenza. Es en esta novela, que toma todos los recursos del nuevo periodismo norteamericano y la escritura de autoras como Joan Didion, que Fortuna empieza a llegar a su punto más transgresor. Ida Partenza fue la secretaria de Andrew Bevel y luego se convirtió en esa ghost writer que contrató Bevel. Con el tiempo ella también se convertiría en una autora reconocida, pero el episodio con los Bevel la marcaría para siempre.

En el libro de Partenza se desenreda la historia de cómo se construyó el imperio de los Bevel y de cómo al mismo tiempo toda esa vanidad y el ego que trae la riqueza se empezaron a resquebrajar. También es aquí donde se crea un contrapeso al relato o a la afirmación cliché de que la historia siempre la escriben los ganadores.
Partenza es hija de un inmigrante anarquista italiano que llega a los EE. UU. y se dedica al negocio de la imprenta. Es en esa pequeña fábrica de libros donde Ilda comenzará a acercarse a la escritura y a la propia naturaleza del capitalismo. El padre de Partenza viene a ser esa voz que critica los excesos del capital y la acumulación. Pero es al mismo tiempo la punta de lanza para entender el papel que Díaz les da a los libros como forma de contrarrestar al poder. Es ese papá impresor el que le dará a Partenza la idea de que hay cosas que el dinero no puede comprar y que tal vez solo sea la escritura y la publicación de libros la forma de equilibrar esa trillada frase de la historia de los ganadores.

No obstante, ese padre es el protagonista más misógino y machista de la novela. Con esto no quiero decir que Fortuna sea una novela feminista, ni más faltaba. Lo que sí tiene es una mirada de cómo la idea del patriarcado está muy anclada en la idea de acumulación y el valor social que se le da al dinero. Es en esa supuesta contradicción donde Díaz explora más a fondo esas voces borradas por la historia, que en muchos casos solo han logrado resistir al pasado a través de la escritura; estas palabras de Ida Partenza resumen ese punto de vista: “Más adelante, con el paso de los años, tanto en el trabajo como en mi vida personal, ha habido muchos hombres que me han repetido mis ideas como si fueran de ellos; como si yo no me acordara de haber tenido aquellos pensamientos. (Es posible que en algunos casos su vanidad hubiera eclipsado a su recuerdo, y que de esa manera, gracias a aquella amnesia selectiva, pudieran reivindicar su epifanía con la conciencia limpia). Y ya entonces, en mi juventud, estaba familiarizada con aquella forma parasitaria de reescribir la realidad. Pero que alguien me presentara una de mis historias familiares como si fuera suya…”

Al final, el libro cierra con una especie de poema épico en el que Mildred, la esposa del ‘famoso’ Andrew Bevel cuenta su parte de la historia. Aquí, en tono de elegía, Mildred mostrará que por más que se busque lavar el pasado y transformarlo, hay formas de contrastar los silencios de la historia escrita desde el poder. Con este final que va entre el diario fragmentado y el lamento épico se resuelve un poco cómo el dinero, más allá de las cifras, es lo que en muchos casos transforma la percepción de la realidad que tenemos y que en gran medida sigue siendo la gran ficción colectiva de nuestro tiempo: “La realidad es una ficción con presupuesto ilimitado. Nada más. ¿Y cómo se financia la realidad? Pues con otra ficción: el dinero. El dinero está en el centro de todo. Una ilusión que todos hemos acordado sostener. De forma unánime. Podemos discrepar en otros asuntos, como los credos o las afiliaciones políticas, pero todos estamos de acuerdo en la ficción del dinero y en que esa abstracción representa unas mercancías concretas. Todas las mercancías”.

Si bien en Fortuna el tema que gravita los cuatro libros es el dinero, no es cómo los personajes lo gastan, lo consiguen o lo desean. El dinero aquí tiene que ver más con una relación social que con una prueba o lucha de poder. Algo similar a lo que ocurre en libros como El imperio del dolor. La historia secreta de la dinastía que reinó en la industria farmacéutica, de Patrick Radden Keefe desde la no ficción. En él cuenta la historia de la familia Sackler y de cómo su riqueza no solo transformó su vida, sino a toda la sociedad. Radden aborda el mismo problema que Hernán Díaz, ¿cuál es el verdadero significado del dinero cuando se tiene todo el dinero posible? 

DIEGO FELIPE GONZÁLEZ GÓMEZ
PARA EL TIEMPO
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